23 de diciembre de 2007 al 3 de enero de 2008
De Ushuaia a Cabo de Hornos
La sola visión de
los Montes Olivia y Cinco hermanos, escoltando la ciudad de Ushuaia, es un
anticipo de lo que Tierra de Fuego nos iba a ofrecer, grandes espacios abiertos
y libres, visión ansiada que empezamos a divisar entre espesas nubes, al tiempo
que el piloto de Aerolíneas enfilaba, con un notable picado, el Aeropuerto
Malvinas Argentinas.
Esta
sensación de libertad, que se percibe nada más avistar Ushuaia, no nos
abandonaría, ni un solo segundo, en nuestro viaje al Cabo de Hornos y los
glaciares fueguinos, en Chile.
Cualquier
navegante que se precie ha soñado en alguna ocasión navegar por debajo del
paralelo 50º y doblar el cabo de Hornos, en cuyas profundidades, como recogió
Francisco Coloane en su libro Cabo de Hornos, los antiguos navegantes pensaban
que se encontraba la sepultura del diablo:
“ Los marinos de todas las latitudes aseguran que allí, a
una milla de ese trágico promontorio que apadrina el duelo constante de los dos
océanos más grandes del mundo, en el Cabo de Hornos, el Diablo está fondeado
con un par de toneladas de cadenas, que él arrastra, haciendo crujir sus
grilletes en el fondo del mar durante las noches tempestuosas y horrendas,
cuando las aguas y las oscuras sombras parecen subir y bajar del cielo a esos abismos.”
Cargado
de historia, desafío y romanticismo, a partes iguales, era inevitable que,
tarde o temprano, el Cabo de Hornos nos llamase a su encuentro.
Así
con nuestros equipajes al hombro nos encontrábamos frente a la Asociación Fueguina
de Actividades Subacuáticas y Náuticas, a la búsqueda del Mago del Sur, el
cuter de 16 metros y 25 toneladas que nos llevaría a cumplir nuestro sueño.
Recorrimos
con decidida parsimonia los 150 metros del único muelle, donde permanecían
abarloados distintos veleros, todos de acero o aluminio.
Santa
María, Valhalla, Espirit d’equipe, Ile
d’elle, Blizzard, Anatelma, Antipode, Pen Duik VI, entre otros, reposaban
entrelazados a la espera de su tripulación
Ushuaia
es una ciudad bulliciosa, en cuyo centro, seis calles alargadas discurren
paralelas al mar, atravesadas perpendicularmente por calles empinadas que
remontan las cercanas sierras coronadas de nieves perpetuas.
Edificios
bajos, rematados de tejados de aluminio atornillado para que no los arranque el
fuerte viento de la zona y destinados en su mayoría a un incipiente turismo
encaminado a viajeros atraídos por el encanto
natural de la Patagonia Sur. Junto a ellos conviven algunas viejas
construcciones fueguinas hechas de lenga, con grandes ventanales abiertos a
todos los rumbos y rematadas con techos en cinc o hierro galvanizado, de
inclinaciones imposibles y firmemente arriostrados.
Día de partida 24 de diciembre de 2007
Después
de compensar con un buen sueño las 27 horas que habíamos destinado a vuelos,
esperas y cambios de aeropuertos desde Valencia hasta Ushuaia y tras un
reconfortante desayuno, por fin, largábamos amarras.
Eran
las once horas del día de nochebuena.
Salimos
de Afasyn hacia el Canal de Beagle. Apenas cinco nudos de viento.
Izamos
mayor y a motor arrumbamos hacia el
Canal de Beagle destino Puerto Williams flanqueados a babor por la parte
argentina de la Isla Grande de Tierra del Fuego y a estribor por la Isla Navarino ( Chile ).
Ya
en el Canal de Beagle aumenta el viento a quince nudos estableciéndose del
Oeste. Apagamos motor y desplegamos el Yankee dejándonos llevar plácidamente
entre islotes plenos de pingüinos, cormoranes y lobos marinos hasta llegar al
faro de Les Eclaireurs, posiblemente uno de los más fotografiados del mundo.
Cerca
del faro el cielo se oscurece y aumenta el viento a veinte nudos.
Ha
llegado el momento de arribar y pasar el Yankee a estribor y atangonarlo para
navegar a orejas de burro con el viento en popa.
Al
aparejar el tangón el pinzote se dobla y tenemos que desistir enrollando Yankee
y atangonando la trinqueta recién largada con el segundo tangón.
Esta vez no hay más imprevistos, cazamos la burda de
estribor y la retenida y ponemos rumbo directo a Puerto Williams.
Al
través de la estancia Lawrence trasluchamos para ajustar el rumbo y volver al
centro del canal.
Todos
los barcos en esta zona están controlados por las autoridades chilenas que
periódicamente establecen ruedas de comunicación con los buques que navegan en
sus aguas, así que el Mono da Milano comunica a Puerto Williams nuestro tiempo
estimado de arribada e izamos el Pabellón chileno.
Sobre
las cinco de la tarde y tras eludir los bajos situados junto a la costa
entramos en Puerto Williams, y nos dirigimos al Club de Yates Micalvi..
El
viento ha caído considerablemente y nos adentramos en una pequeña ensenada
situada en la desembocadura de un río dominado por la esplendida estampa de los
dientes de Navarino cubiertos de nieve.
Si
reservamos la denominación Club de Yates a lo que nosotros acostumbramos a
llamar, club náutico, Marina, puerto deportivo o similar, se podría decir que
resultaría pretencioso atribuir tal acepción al fondeadero que descubríamos
ante nuestros ojos, pero, algo que ya intuíamos en Ushuaia y que confirmábamos
en ese momento era que el concepto de puerto en este lado del mundo es el
exclusivamente práctico y puerto, era un lugar seguro, a refugio del mal tiempo
en caso de necesidad, un lugar de reposo donde entrar en contacto con otras
personas con las mismas inquietudes, en definitiva un punto de encuentro para
navegantes de todo el mundo. Para qué
más.
Nos
abarloamos al Pelagic Australis, lanzando los largos de proa y popa y los
correspondientes springs. En estas latitudes no hay que confiar en el parte
meteorológico en exceso, no por que el servicio no sea adecuado, sino por lo
cambiante de las condiciones.
De
nuevo abarloados entre transmundistas y navegantes, que como nosotros cumplen
su sueño. Junto a nosotros el Pelagic Australis, de Skip Novak y éste a su vez
abarloado al Victory y éste amarrado al Club de Yates Micalvi, que no es otra
cosa que el antiguo draga minas Micalvi embarrancado en la ensenada, escorado
unos diez grados a estribor y cuya bodega es el fondo marino.
La
tablazón del barco está, en algunas zonas, en avanzado estado de
descomposición, pero, por lo general, parece bastante seguro para cumplir su
función.
Una
pequeña habitación con dos duchas y un inodoro, poco recomendable con pleamar y
una cantina, que tendríamos el placer descubrir a nuestra salida del país, son
todas las comodidades que ofrece este Club cuyo principal activo son las gentes
de mar que te permite conocer.
La
entrada en Puerto Williams resulta obligada, ya que las autoridades chilenas
deben controlar nuestra llegada al país, así que esperamos a los agentes de
inmigración, interior, aduanas y demás, a que acudan al barco para sellar
nuestros pasaportes y comprobar destino y demás circunstancias de nuestra
singladura.
Satisfechas
las necesidades burocráticas de las autoridades chilenas descendemos a puerto,
el Mono da Milano, su mujer Susana y el resto de la tripulación compuesta
solamente por tres personas, Felipe, brasileño al que conocimos en el barco y
que también se había enrolado para cruzar el Cabo de Hornos, mi amigo Ángel y
yo.
En
los sucesivos días se crearía una camaradería especial entre todos nosotros,
fuera de lo común, que convertiría el viaje en una experiencia, deportiva y
personal excepcional.
Puerto
Williams es un asentamiento militar, fruto del deseo de las autoridades de
demostrar la soberanía de Chile en un territorio fronterizo con Argentina y de
especial valor estratégico por su situación en el Canal de Beagle y su control
del paso hacia la Antártica.
También
destila la vieja controversia de cual es la ciudad más austral del mundo,
Ushuaia tal y como pregonan a los cuatro vientos los argentinos o bien Puerto
Williams como aseguran los chilenos. El caso es que en Puerto Williams unas pocas calles sin asfaltar y algunos
cientos de casas de una planta con sensación de provisionalidad, un pequeño
centro comercial sui generis, una Iglesia, una pequeña escuela y por supuesto
los barracones militares, son todo lo que nos espera.
Recorremos
las calles de Puerto Williams y sus alrededores. Ya de regreso al Mago del Sur
nos encontramos con el Mono y Susana, parece que el parte para el día siguiente
no es nada bueno.
Nochebuena en Puerto Williams
La
cena de Navidad resultó especialmente grata, a ello contribuyeron el interés de
Susana y el Mono de que nos sintiéramos como en casa en un día tan señalado y la buena armonía presidió el asado
argentino bañado con Malbec de Mendoza y un Porto, deferencia de Felipe, que
sirvió para acompañar la aportación valenciana, Turrón de Xixona, mazapán y
dátiles.
Entre
canciones de Serrat y Sabina y una animada charla, transcurrió la cena.
Todo
bajo la atenta mirada de los Dientes de
Navarino.
25
de diciembre. Puerto Williams. Isla Navarino
A
las seis de la mañana ya estaba en pie, la luz solar que hace que en estas
fechas, verano austral, unas pocas horas crepusculares constituyan la noche y
las ganas por salir hacia las Wollaston apenas me habían dejado dormir.
Sobre
las 9 de la mañana las autoridades chilenas confirmaban el parte, el puerto
estaba cerrado y prohibida la salida de ningún barco de Puerto Williams. El
asalto al Cabo de Hornos debería esperar, al menos un día más.
Dispusimos
de más tiempo para desayunar y conversar, ¿Qué cabe esperar de dos argentinos,
un brasileño y dos españoles sentados a una mesa que no sea hablar? De lo
divino y lo humano, de política, geografía, literatura, Serrat y Sabina, ¡cómo
no!, títulos náuticos, construcción de barcos, regatas oceánicas,
transmundistas, las Malvinas...
Isla
Navarino forma parte de la reserva mundial de la biosfera Cabo de Hornos. Posee
una belleza impresionante que durante varias horas pudimos saborear.
Recorrimos
bosques de lenga, ñires y coigües batidos continuamente por un viento helado
que apenas nos dejaba caminar para luego descender de nuevo, por zonas de
tundra, hasta el Canal de Beagle, ciertamente impracticable. Allí disfrutamos
de los planeos acrobáticos de las gaviotas antárticas y del majestuoso vuelo de
los cauquenes antes de regresar al Mago.
26
de diciembre
Debíamos
recuperar el tiempo perdido, ganado diría yo, así que a las 3’30 de la mañana
ya estábamos en pie y tras un rápido desayuno, largamos amarras con una
temperatura de unos 6º y una sensación térmica inferior a 3º.
El
mar en calma nos permitió acercarnos hasta una de las muchas pingüineras de la
zona y observar a los pingüinos de Magallanes descansando junto a la Isla
Gable.
Sobre
las 6’30 de la mañana un ligera brisa del Oeste nos invitó a apagar el motor y
largar el Yankee, filando la vela mayor hasta recibir el viento por la aleta lo
que nos permitió navegar rumbo hacia la Isla Picton a unos cinco nudos.
Rebasamos
el Islote Solitario dejándolo por babor, así como los restos de la nave Logos
embarrancada en ese lugar desde enero de 1988. En el Canal de Beagle, la Isla
de los Estados y el Cabo de Hornos hay documentados cientos de naufragios.
Tomamos
el paso Picton entre Isla Navarino e Isla Picton aproximadamente sobre las 9 de la mañana. La mañana sigue siendo
muy fría y el viento empieza a arreciar alcanzando los 20 nudos. Recogemos
Yankee, largamos Trinqueta, la atangonamos, fijando retenida a la mayor y
cazando la burda de estribor.
El
Mago del Sur equipa caña de timón en la bañera lo que parecería incomodo para
un barco de ese porte, sin embargo, compruebo que el timón, de doble pala,
responde suavemente y resulta fiable, algo blando si la mayor queda
excesivamente filada. Más adelante comprobaremos que con viento fuerte la caña
exige bastante esfuerzo aunque el barco siga siendo noble en sus reacciones.
Puerto
Toro queda a nuestro través por estribor cuando una racha nos anuncia que
estamos ya en pleno Paso Picton y que no todo va a ser disfrutar del paisaje.
El
viento del Noroeste que nos entra por la popa hace que el mar empiece a arremolinarse,
aumentando su intensidad a los 25 nudos con rachas superiores a los 30.
Lanzamos el barco a siete nudos, de momento
las sensaciones son fantásticas.
Ya
en la bahía Oglander debemos orzar a estribor para enfilar el Paso Goree, entre
Isla Navarino e Isla Lenox y sortear
los bajíos de punta Yawl, en la primera de las islas y el Islote Medio,
en la segunda de ellas.
El
viento establecido ya en 30 nudos y puntas superiores a 35 aconseja prudencia
antes de orzar para navegar al través, así que quitamos tangón y colocamos el primer rizo a una mayor que, aun con el
capitán y yo colgados de ella, no cedía ni un milímetro de tela, lo que nos
obligó a aproar el barco el tiempo suficiente para aliviar el gratil y poder
culminar la maniobra de rizado. Después descendemos al través por el Paso Goree
camino de la Bahía Nassau embarcando en alguna ocasión agua por la regala de
babor.
Ya
iniciando el cruce de Bahía Nassau el viento del Noroeste baja de intensidad,
hasta los 20 nudos, fuera de la influencia de las islas cercanas y arribamos
unos pocos grados hasta navegar de nuevo por la popa, volviendo a colocar el
tangón en la trinqueta, como haríamos decenas de veces en esos días.
Empieza a caer agua nieve. Y aprovechamos
para comer un puchero de verdura y carne de ternera, bien caliente,
estableciendo turnos al timón.
Cruzamos
Nassau con rumbo sur que posteriormente modificaríamos orzando a suroeste a la
altura de las Islas Terhalten y Sesambre y evitar un incipiente, pero incómodo
mar de fondo, buscando el paso de las Islas Wollaston por el Canal Washington.
A
la salida del Canal Washington aumenta ligeramente la intensidad del viento lo
que nos permite apagar motor y desenrollar de nuevo el Yankee.
Atravesamos
el Canal Franklin dejando por babor el Cabo Doze rumbo sureste hacia el paso
entre Isla Maxwell e Isla Hermite adonde arribamos entre una lluvia fina, pero
persistente.
Fondeamos
en caleta Maxwell, un auténtico refugio de piratas, protegida de los vientos predominantes y repleta de cachiyuyos,
unas algas perennes que pueden alcanzar
los 30-40 metros, dotadas de un tronco hueco y cápsulas repletas de aire que
les permiten flotar, se agrupan en auténticos bosques y por su aspecto parduzco
se confunden a lo lejos con bajos fondos. Resultan comestibles y los indios
Yámanas las utilizaban para amarrar sus canoas.
Después
de largar el ancla y sus buenos cuarenta metros de cadena, procedemos a arriar
la neumática y llevar a la costa dos cabos lanzados por popa a unos 30º de la
línea de crujía por estribor y babor hasta la playa, donde los fijamos a sendos
árboles mediante ases de guía.
Vistiendo
el mismo traje de aguas, ya incorporado casi a nuestra piel, bajamos a visitar
la Isla Hermite, trepando entre un bosque frondoso repleto de ñires algunos en
estado casi de putrefacción debido a la alta humedad constante de la zona y otros recubiertos de barba de indio un liquen verde claro con aspecto piloso.
Tras
veinte minutos caminando salimos del bosque y nos incorporamos a una tundra
pantanosa de musgos y líquenes apilados que crecen sobre materia orgánica que
por las bajas temperaturas no alcanza a descomponerse.
Se
hace costoso avanzar ya que nos hundimos hasta los tobillos a cada paso que
damos.
Empapados
alcanzamos la cima desde donde divisamos, entre un cielo plomizo, el perfil de
la Isla Hall. A lo lejos se intuye la Isla de Hornos.
Empieza
a soplar con intensidad y la lluvia se convierte en agua nieve. Es cuestión de
bajar hasta el barco para degustar el pollo al horno de Susana y un par de
botellas de Pinot chileno. Mañana espera Hornos.
27
de diciembre
Nos
levantamos a las 8 de la mañana y además del pan con mantequilla habitual
devoramos unos alfajores de dulce de leche, mermelada de ciruela casera, té y
café, mate para el Mono, ¡ Cómo no! y algo de fruta fresca.
Sigue
lloviendo y el cielo esta, si cabe más gris. Preparamos nuestros trajes de agua
y dejamos a mano los arneses. Recogemos las amarras largadas a tierra e izamos
la neumática.
Por
fin ha llegado la hora de levantar el fondeo que para nuestra sorpresa arrastra
con la cadena y el ancla, cientos de Kilos de cachiyuyos que impiden izarlo a
bordo, así que no tengo más remedio que disfrutar de la diversión, que en
adelante se convertirá casi en habitual, de colgarme del bauprés, apoyándome en
el barbiquejo y a golpe de machete liberar el fondeo de las resistentes y
resbaladizas algas hasta poder izar toda la cadena y el ancla a bordo.
Apenas habíamos navegado cien metros cuando apreciamos la seguridad del lugar donde hemos pasado la noche. Las rachas de viento del Oeste empiezan a asomar por el Paso Sur entre la Isla Hermite y la Isla Jordán.
En esta zona la orografía acelera y desvía
caprichosamente las rachas de viento aponentado que rebasan fácilmente los
25-30 nudos.
Portamos mayor con un rizo y trinqueta.
Afrontamos
el paso entre las Islas Chanticler y Hermite con los arneses puestos.
El viento es racheado y rolón, aunque de
momento, no resulta preocupante. Orzamos hacía estribor compensando la fuerte
corriente del Pacífico Sur que nos empuja
de manera notoria hacia la Isla Hall y las catedrales, puntas rocosas
verticales situadas al Sur de la Isla.
El mar poco formado alcanza al Mago por la
amura de estribor con olas que apenas superan los dos metros.
Optamos
por tomar con mayor resguardo la Isla Hall y navegamos más hacía el Sur de lo
previsto cruzando la Bahía San Francisco con rachas superiores a los 35 nudos y
la corredera por encima de los 8 nudos. Algunos rociones y el ulular de la
jarcia nos inyecta los ojos de un brillo especial, el Cabo de Hornos nos
mostraba sólo un amago de lo que era capaz, lo suficiente para hacer intenso el
momento.
El
empuje de la corriente del Pacífico Sur era notable, pero el noble navegar del Mago transmitía seguridad,
así que continuamos hacía al sur hasta situarnos al través de Punta Portillas,
en la Isla de Hornos, arrumbando a Sur-sureste para pasar entre dos islotes
separados unos cientos de metros para lo que enfilamos siempre al situado más
al Sur y así compensar la corriente. Rebasamos por babor el primero de ellos y
poco después dejamos por estribor el segundo. Tras un centenar de metros
trasluchamos para acercarnos al Cabo de Hornos.
Navegamos
por la aleta con un viento que, se suma a la celebración y nos da una tregua bajando
a los 20-25 nudos. Amollamos la mayor al máximo y reducimos velocidad hasta los
seis nudos. Hay que disfrutar del momento. Por popa observamos al velero Ile
d’elle que se acerca por nuestra aleta de estribor, situándose a nuestro
costado, saludando alegres.
Rebasamos
el Cabo y nos aproximamos al Faro de Hornos y la Punta Espolón, el capitán
quiere comprobar como esta el fondeadero situado al Este, quizá podamos
desembarcar.
Superada la Punta dirigimos la proa del Mago
hacia el Norte y un par de rachas brutales hunden la regala de estribor
haciendo orzar bruscamente el barco, navegamos unos cientos de metros y
observamos que al socaire de la Isla las rachas disminuyen y se puede fondear.
El acceso a la Isla de Hornos se efectúa tras fondear en una pequeña cala escondida de la que parte una escalera, que en diversos tramos, nos lleva a la denominada alcaldía de Hornos, donde nos esperan la pequeña capilla Stella Maris, un puesto meteorológico, el Faro del Cabo de Hornos, el monumento al Albatros y varios monolitos que homenajean a los que han cruzado al Cabo de Hornos y sobre todo, a los que se ahogaron en su demanda. Ciertamente sobrecoge, cuando se ha navegado a vela hasta allí, leer el poema de Sara Vial en su honor:
“ Soy el albatros que te espera en el final del mundo.
Soy el alma olvidada de los marinos muertos que
cruzaron el Cabo de Hornos desde todos los mares de la Tierra.
Pero ellos no murieron en las furiosas olas.
Hoy vuelan en mis alas hacia la eternidad, en la última
grieta de los vientos antárticos.”
La Isla de Hornos, resulta abrupta y acantilada, sólo
practicable por esta pequeña cala rocosa y batida constantemente por unos
vientos infernales que serpentean por ella puliéndola e impidiendo que crezca
ningún árbol. El farero nos asegura, que el anemómetro de la Isla ha llegado a
marcar los 101 nudos.
Ya en el Faro, saludamos a la mujer del farero. La familia estará destinada en la Isla un año, junto a ella su hija de unos cuatro años no para de hablar con nosotros y su hermana pequeña da sus primeros pasos mirándonos con sus enormes ojos negros.
De nuevo en el Mago, cargamos la neumática y levantamos el
fondeo para dirigirnos a una lobera cercana situada al Este de la Isla, a menos
de un cuarto de milla de la caleta, donde el macho dominante preside desde una
elevación del terreno su harén particular.
Izamos mayor, con un rizo y desenrollamos la trinqueta
para cruzar el lado Este de la Bahía San Francisco arrumbando al Norte en
demanda del Paso Mares del Sur, entre la Isla Herschel y la Isla Deceit.
Nuestro bakstay aloja un invitado: medio cordero oreándose
para la cena de Fin de Año.
Una vez fuera de la protección de la Isla de Hornos
recibimos la embestida de un viento del Noroeste establecido en los 40 nudos
que arrastra las capas más superficiales del agua y la lanza con furia contra
la cubierta.
Las olas rondan los dos metros de altura, los rociones son
constantes y la regala de estribor embarca agua a menudo.
Reducimos parcialmente el trapo de la trinqueta y ceñimos
hacia el Paso de los Mares del Sur.
Al gris plomizo del cielo se suma un mar oscuro, casi
negro, salpicado de penachos blancos, que con las rachas más fuertes parece
hervir mientras la jarcia canta.
Cerca de la Isla Herschel se abren pequeños claros por
donde penetran algunos rayos de sol.
Superados los Islotes Carrasco, nos adentramos en el Paso
Mares del Sur. El mar disminuye. Por babor dejaremos la Isla Herschel y por
estribor la Isla Deceite. En la primera de ellas, descubrimos, viejos nidos de
ametralladoras, recuerdo de los conflictos territoriales entre Chile y Argentina
por estos territorios. No serán los únicos vestigios de, no tan viejas
rencillas.
Arribamos a Caleta Martial al Este de Isla Herschel sobre
las 16’30.
El viento ha rolado al Oeste y ha descendido su fuerza
hasta los 30 nudos. Lanzamos ancla y cuarenta metros de cadena y fondeamos proa
al viento, al lado de un bosque de cachiyuyos
Susana sirve la comida consistente en Croquetas de arroz,
queso, jamón crudo y bondiola. Todo ello aderezado con un Cabernet chileno que
aprovechamos para brindar por habernos convertido en Cap-Horniers.
Fuera, en cubierta, la Skúa se da un festín con el
cordero, incluso cuando nos damos cuenta de ello, en vez de asustarse decide
comer en pleno vuelo de nuestra mano, hasta que intenta llevarse mi dedo pulgar
y me convenzo de que lo mejor es que me vaya a mi cucheta a leer a Francisco
Coloane.
El resto de la tarde lo pasamos leyendo, escuchando
música, escribiendo y charlando. Hay que reposar las experiencias del día. Cenamos
pronto, unos ñoquis con salsa putanesca. Pinot chileno y de postre, algo
de mazapán que aun nos queda.
Mañana, iniciaremos el retorno hacia el Canal de Beagle
rumbo a los Ventisqueros ( Glaciares) Fueguinos.
En
la costa divisamos alguna construcción aislada. El Mono y Susana, nos explican
que son casas chilenas que nunca se habitaron y que su función era la de
demostrar que ha existido siempre una ocupación chilena en la zona. Recuerdos
de pasados conflictos fronterizos.

Bajo la imponente mole del glaciar arribamos a una de las Calas más majestuosas que se pueden ver en este lado del Beagle: Caleta Olla.
Ascendemos por bosques de legna hasta la zona de pantano
y tundra siguiendo las sendas de los guanácos bajo el vuelo atento de los
condores. A las dos doras de ascensión llegamos hasta la laguna donde desemboca
la lengua del glaciar y en donde flotan tempanos de hielo algunos de los
cuales, los más pequeños, hemos visto flotar en el mismo Canal de Beagle.
Al paso por el Ventisquero Italia recibimos la llamada de un práctico chileno
pilotando un crucero por el Beagle. Nos alejamos de su derrota cayendo hacia
babor. Pero vamos tan cerca del Ventisquero que el viento, rolón, nos hace
trasluchar en un par de ocasiones.
La prudencia aconseja arriar mayor y a motor dirigirnos a Caleta Olla. Al fondo
las vistas de los ventisqueros que no hemos podido visitar.
La experiencia
ha sido inmejorable y la compañía digna de nuevos retos, Cabo Norte,
Cabo de Buena Esperanza... El tiempo lo dirá.
De Cabo de Hornos a Usuahia.- Los glaciares Fuegüinos
Aunque el reto era doblar el Cabo de Hornos lo que conseguimos el día 27 de
diciembre 2007, no era menos atractiva la segunda parte del viaje: Recorrer
parte del brazo Noroeste del Beagle disfrutando de la Avenida de los Glaciares.
28
de diciembre de 2007
Desayunamos
sin prisa. Cumplido el primer objetivo parece que el ritmo será más pausado.
El
tiempo parece estar de acuerdo con esta idea y abandonamos Caleta Martial con
un viento casi inexistente y con la mar como la palma de la mano.
Petreles,
Gaviotas, pingüinos apenas se mueven cuando nos deslizamos a su lado con el
motor a bajas revoluciones, rumbo al Paso Bravo, entre la Isla Wolaston y la
Isla Freycinet.
El
escaso viento es fresco, pero no resulta desagradable.
Salimos
del Paso Bravo para dirigirnos hacía la Bahía Nassau. El mar, en calma, resulta
un escenario perfecto para las piruetas de los lobos marinos que juegan a
nuestro alrededor sin perdernos de vista.
Continuamos
a motor con la mayor arriba. El día sorprende por su tranquilidad.
Al
través de la Isla Middle, que avistamos por babor, se levanta una ligera brisa
del Norte que entra por proa.
Los
delfines Overos nos acompañan durante buena parte del trayecto. Entramos en
Bahía Nassau.
Las
primeras millas siguen siendo placenteras y aunque se trate de una bahía
abierta a los cuatro vientos no ofrece ninguna sospecha de lo que ocurrirá,
poco después, a escasas millas de la Isla Sesambre.
Un
fuerte viento de proa, establecido en los 30 nudos, nos sorprende cuando
estamos comiendo. Decidimos arribar ligeramente para poder hacer caminar la
Trinqueta. La mayor con un rizo, aguanta bien de momento. Las olas apenas
llegan a los tres metros, pero son demasiado verticales y la frecuencia entre
crestas es demasiado corta. Los rociones empiezan a sucederse.
Acabamos
de comer haciendo ejercicios malabares para evitar que los platos corran por la
mesa.
Media
hora después el viento alcanza los 40 nudos y los pantocazos empiezan a ser
incómodos. Enrollamos Trinqueta y nos disponemos a poner el segundo rizo. Con
las prisas creo suficiente salir a cubierta con el pantalón de aguas y un corta
vientos. El Mono repica el gratil después de colocar el segundo rizo y a
continuación yo cazo la mayor en crujía hasta reventar. Impactamos por proa
contra una ola que llega hasta la bañera colándose buena parte por la pechera
de mi pantalón de aguas. Está condenadamente fría.
Navegamos
con la mayor con dos rizos y la apoyamos con el motor Iveco de 140 caballos que
equipa el Mago del Sur.
Así
seguimos durante varias horas y aunque en principio, gobernamos desde el Deck salón, las escoras continúas nos
obligan a salir a la bañera para tener mayor visibilidad. Nos acercamos a Punta
Guanaco, en Isla Navarino y enfilamos el Paso Goree cayendo algunos grados a
estribor para sortear Punta Yawl.
Nuestra
intención era dormir en Puerto Williams, pero llevamos muchas horas de
navegación incómoda. Mejor entrar en Puerto Toro.
Rebasado
el Paso Goree y tras cruzar Bahía Oglander , abordamos el Paso Picton. El
viento del Norte ha descendido a 30 nudos. El mar gracias a la protección de
Isla Navarino e Isla Picton, se ha calmado y las olas apenas alcanzan el metro
y medio de altura, sin embargo estamos cansados y sobre las 18 horas enfilamos
la entrada en Puerto Toro.
Puerto
Toro es un pequeño asentamiento militar con algunas casas dispuestas en apenas
dos caminos de tierra que nacen de una cala de canto rodado en cuya orilla hay
una pequeña ermita y algo parecido a un muelle de fondeo semiderruido al cual
se le están haciendo urgentes obras de reconstrucción. (*) actualmente ya reconstruido
Los
tablones, donde los hay, están medio podridos, ceden al caminar sobre ellos y
están recubiertos de musgo.
Nos
dirigimos lentamente hacia él alzando la quilla retráctil del Mago y preparando
las defensas. El Capitán sopesa la mejor opción teniendo en cuenta que el
viento entra por nuestra popa y debemos amarrar a pocos metros de la playa.
Decide
amarrar ofreciendo el costado de estribor al muelle y la proa a la costa.
Alcanzamos a lazo un pilón oxidado del muelle, libre de tablazón, y hacemos firme la amarra a la aleta de
estribor. Orientamos el barco al viento
por la popa y el Mono salta a tierra para fijar los springs de popa y proa que
fijamos como podemos a las traviesas del muelle, aprovechando que la bajamar
los dejó al descubierto.
El
largo de proa resulta más problemático ya que no queda ningún punto fijo donde
amarrarse así que aprovechamos la bita utilizada por un velero amarrado al otro
costado del muelle y retornamos el cabo al Mago del Sur.
Colocamos
las defensas pensando en la subida de la marea y fijamos con una pasteca un
través que reenviamos a winche para asegurar el barco al costado del muelle.
El
cordero sigue en el bakstay desde que cruzamos Hornos.
Desembarcamos para recorrer Puerto Toro caminando con
cuidado sobre la parte del muelle que todavía seguía en píe.
Recorriendo la playa de grava
hacía al norte descubrimos nidos de ametralladoras orientados hacía el Paso Picton
y el Canal de Beagle. Los sacos terreros parecen recién repuestos.
Puerto Toro parece casi desierto,
quitando un par de críos y un perro famélico no encontramos a nadie más. La
pocas casas parecen aparentemente en buen estado, pero no hay nadie en ellas. Y
la escuela tiene las puertas abiertas, pero ni en los campos de deportes, ni en
las aulas vimos a persona alguna.
Después de un par de horas
regresamos al Mago. En pocas horas debemos zarpar
29 de diciembre de 2007
Hemos zarpado de Puerto Toro a las
cuatro de la mañana.
Recorremos el Paso Picton a motor
y mayor arriba. La temperatura ronda los seis grados, el viento prácticamente
en calma nos hace olvidar las rachas, que apenas hace unas horas, nos obligaron
a recalar en Puerto Toro.
El amanecer
nos mostró el lado Oeste del Beagle, adonde debíamos arrumbar hasta dejar
Ushuaia y Les Eclaireurs por estribor en demanda de la Isla del Diablo y el
brazo Noroeste del Beagle: destino Los Ventisqueros chilenos.
El Mago del Sur se desliza, a
rumbo, apaciblemente hasta Isla Snipe donde caemos a babor buscando el centro
del Canal de Beagle al cual nos incorporamos tras despedir por nuestro través
de estribor los restos embarrancados de
la nave Logos.
Ya en el centro del Canal,
flanqueados por estribor, por la parte argentina de Isla Grande de Tierra del
Fuego y por babor, por la costa chilena de Isla Navarino arrumbamos hasta Isla
Gable para dejarla por estribor al tiempo que por nuestra amura de babor asoma
Puerto Williams de donde vemos salir un velero.
Sobre las 10 de la mañana el
viento sube hasta los 15 nudos, estableciéndose curiosamente del Este, lo que
no es habitual en esta zona. Largamos trinqueta y paramos motor.
El Mono se dirige hacia la proa
haciendo gestos a nuestro nuevo acompañante el cual los devuelve efusivamente.
Es Cristophe Augin, dos veces campeón de la vuelta al mundo en solitario,
navegando con su Antipode.
Da Milano nos mira y sonríe, con
un gesto con la mano nos indica que se va a dormir a su camarote y con otro,
alza el pulgar, la risa ya es descarada.
Quedo al timón con el Antipode en
la proa. En la bañera solos los tres tripulantes, mirada cómplice, largamos
rápidamente Yankee y mantenemos la trinqueta. Esta oportunidad no la vamos a
tener muy a menudo.
Comienza
un juego de persecución que duraría tres horas, con roladas constantes del
viento desde el Este hasta el Suroeste que nos obligaron a los dos barcos a
buscar los mejores bordos. Monsieur Augin se portó como un caballero y mantuvo
su trinqueta y un rizo en la mayor. Alguna ventaja nos tenía que dar.
Finalmente el viento se estableció
del Oeste y en unos 25 nudos hasta llegar a Les Eclaireurs donde nos separamos
del Antipode. Nosotros buscando continuar por el Canal de Beagle y Augin
buscando la entrada en Ushuaia, donde lo volveríamos a ver a nuestro regreso.
Dejamos Puerto Navarino por babor,
enrollamos Yankee. Al través de bahía Lapataia el viento cae bruscamente hasta
obligarnos a poner motor y enrollar trinqueta. Entramos en la parte
exclusivamente chilena del Canal de Beagle.
El Canal se estrecha y las
montañas nevadas se acercan cada vez a la costa agreste y tajada que se sumerge
en el mar. Estamos completamente solos. El aire es gélido, la belleza del lugar
sobrecoge.
Al atardecer rebasamos la Isla del
Diablo para adentrarnos en el brazo noroeste del Beagle desde donde empieza a
asomar el Glaciar Holanda.
Bajo la imponente mole del glaciar arribamos a una de las Calas más majestuosas que se pueden ver en este lado del Beagle: Caleta Olla.
Tras evitar unos bajos de arena a
la entrada de la cala fondeamos junto al Pen Duik VI, el que fuera inseparable
velero de Eric Tabarly, ahora destino la Antártica desde Sant Malo ( Francia).
La Caleta Olla se forma con un brazo de tierra casi
circular que protege a su ensenada de los vientos del oeste y cuya punta limita
con el Canal de Beagle y tiene una pequeña abra encarada al este que a su vez
se encuentra protegida por una playa arenosa situada a menos de media milla,
bajo el Glaciar Holanda.
Después de finalizar la maniobra
de fondeo, incluido lanzar amarras a la costa, remontamos el río procedente del
deshielo del glaciar discurriendo entre paisajes de tundra, hasta alcanzar las
cascadas por las que el agua fluía desde las grietas de la montaña. Estaba
anocheciendo y comenzaba a caer aguanieve, era el momento de volver al Mago y
calentarnos con una sopa caliente, polenta y pinot noir.
30 de diciembre.- Glaciar Holanda
Durante toda la noche ha soplado
un fuerte viento del oeste y aunque luce el sol, los nubarrones que se asoman
por el noroeste del Beagle hacen presagiar mal tiempo, aun así, después de
desayunar lanzamos la neumática al agua y recorremos la media milla que nos
separa de la playa situada al este de la caleta olla y desde la cual
ascenderíamos hacía el glaciar Holanda. El trayecto a la playa lo hacemos
acompañados por un delfín overo que juguetea con nosotros pasando entre la
quilla y el fondo arenoso y saltando a nuestro lado guiándonos hasta la misma
playa.
Las enormes paredes de cristal azul comprimido brillan bajo
el sol que entre nube y nube se suma al espectáculo. No nos queda más que
intentar robar algo de esa belleza con nuestras fotografías.
El camino de regreso al Mago del Sur fue una continúa
sucesión de sol, nubes, viento, granizo, sol, lluvia, más viento. En fin, como
afirma el dicho, si no te gusta el clima de esta parte del mundo, espérate diez
minutos.
Subidos en la neumática nos esperaba media milla de
sufrimiento, un viento de más de treinta nudos se levantó cuando iniciamos el
recorrido y hasta que alcanzamos la protección de la caleta olla y pese a la
pericia del Mono, los rociones de agua helada nos dejaron ateridos y calados
hasta los huesos. Después de comer: estufa y siesta. El viento aconseja pasar
la noche en caleta Olla.
31 de diciembre
El día 31 de diciembre
levantaríamos el fondeo para recorrer los glaciares Francia, Italia, Alemania y
la Romanche que se suceden casi encadenados a continuación del Glaciar Holanda.
Con
el ventisquero Holanda iniciamos el recorrido por el brazo Noroeste del Beagle,
al pie de la Cordillera Darwin, que recorre de Oeste a Este el extremo sudoeste
de la Isla Grande de Tierra del Fuego.
Este
hermoso cordón montañoso forma parte de la cordillera de los Andes, que en
estas latitudes toma el nombre del historiador británico y que se extiende
desde el Monte Sarmiento, al oeste, frente Punta Arenas en el canal magdalena
hasta el monte Bove, al Este, junto a Ushuaia, en el canal de Beagle.
La
cordillera de los Andes, con el nombre de Darwin, emerge con fuerza, después de
ser atravesada por el estrecho de Magallanes. Sus picos coronados de campos de
hielo se asoman al propio canal con paredes verticales, en las cuales se
observan glaciares aéreos y otros que se hunden directamente en las frías aguas
del Beagle.
Hay
quien denomina a esta parte del brazo noroeste del Beagle la Avenida de los
glaciares y bien pensado, no les falta razón, ya que los glaciares Holanda,
Francia, Italia, Alemania y el Romanche se suceden uno tras otro creando un
paisaje espectacular de gran belleza dominada por los grandes murallones de
hielo cristalizado, donde el silencio se impone para disfrutar de la enorme
magnitud de la naturaleza.
A
las pocas millas avistamos el Ventisquero Francia, glaciar aéreo que permanece
colgado sobre la vertical del canal de Beagle, del cual se desprende una
pequeña cascada que serpentea hasta el mar. El glaciar atraviesa los picos
nevados franqueando nuestro viaje hasta el ventisquero Italia el cual hunde su
enorme lengua de hielo hasta el mismo Beagle con un marcado color azul. Al pie
del glaciar varios delfines nos siguen con parsimonia.
El
viento arrecia y navegamos a vela, con trinqueta y un rizo en la mayor, las
pocas millas que nos separan del ventisquero Alemania y la Romanche, dando
bordos de un lado otro del Beagle, entre paredes de montañas nevadas y cascadas
que desaguan en el canal.
La
visión del ventisquero Alemania resulta indescriptible, más aun cuando te
acercas a él amurado a estribor con un viento helado de 25 nudos y con el
aguanieve cayendo sobre la cubierta.
Su
lengua llega con plenitud hasta el canal, es un auténtico río de hielo que se
desliza lentamente hacía el mar presidido por dos enormes picos situados en
ambos costados y que se ven blancos por la ventisca que en ese momento cae
sobre ellos. Al socaire del glaciar el viento disminuye y enrollamos trinqueta
para situarnos frente a él apoyados por el motor del Mago.
A
motor seguimos, ya que a media milla al oeste se encuentra el ventisquero la
Romanche, ahora aéreo por la franca
regresión que padece y desde cuyo centro se desliza una gran cascada hasta el
mar.
Hacia el Noroeste
quedaron el Garibaldi, España, Pia.... y muchos más pero el tiempo aprieta y
debemos retornar a Caleta Olla.
Comemos enfrente de la Romanche. En una Cala escondida a la
cual se accede recorriendo brazos que se retuercen de tal manera, que en lo más
recóndito de la cala nos encontramos rodeados por montañas, en el centro el
Mago del Sur, lobos marinos y cachiyuyos.
Vuelta a sacar el
machete. Nuestro cordero, aun sigue en el bak.
Regresamos a caleta Olla con un viento de 25 Kn. a orejas de burro, con mayor y trinqueta atangonada.
Regresamos a caleta Olla con un viento de 25 Kn. a orejas de burro, con mayor y trinqueta atangonada.
Retenida trincada y burda de babor cazada.

A nuestra llegada a Caleta Olla y
tras amarrar con ancla por proa y dos maromas lanzadas a costa afianzadas en
sendos árboles, arriamos neumática y fuimos hasta una punta de la caleta que se
adentra en el Beagle. Allí cargamos la embarcación con leña y regresamos a la
playa para preparar un asado.
Para ello descolgué nuestro
querido cuarto de cordero, oreándose en el Bak desde el 27 de diciembre
compartido con skúas y gaviotas, y una buena pieza de ternera que asó el Mono
da Milano espléndidamente y que regamos con Pinot Chileno. De postre turrón de
Alicante, mazapán y alfajores de dulce de leche.
1 de enero de 2008
El día uno partimos hacía Puerto
Williams para sellar nuestra salida de Chile.
Para ello abarloamos de nuevo
junto al Micalvi y disfrutamos de una experiencia única.
En la noche del 1 de enero
abrieron la cantina del Micalvi, el viejo dragaminas embarrancado que hace las
veces de pontón. En lo que era el comedor de oficiales hay una pequeña cantina,
escorada a estribor 10º, por supuesto, donde se reúnen navegantes de todo el
mundo, que incluso se citan allí muchos miles de millas y muchos meses antes.
Se pueden observar banderas, camisetas, botas, un sinfín de recuerdos de
tripulaciones de todo el mundo que han dejado allí sus recuerdos y sus firmas,
tanto en el libro de visitas, como en los objetos colgados de las paredes.
Tomamos piscoshower rodeados de
polacos, ingleses, australianos, franceses, gentes de todas partes que
intercambiaban sus experiencias como si fueran amigos de toda la vida y que,
además quedaban emplazados para volver a verse en el Micalvi, dentro de 3 o 4 o
5 o 6......meses, el tiempo no importa. O simplemente para rendir visita a otro
navegante en Brasil, Senegal, Australia, Nueva Zelanda...... ¡ Vamos como quien
queda para tomar unos vinos! Sólo que el “casco viejo donde tapear” no es otra
cosa que la bola del mundo.
En fin el día 2 ya regresamos a
Ushuaia para despedirnos de Tierra del Fuego, antes de partir hacia Valencia,
lo que hicimos saboreando una merluza negra, altamente recomendable, centolla y
Ruttini blanco. Tampoco todo ha de ser sufrir.
Mono Da Milano |
Susana |
Ángel Sanz |
Felipe Ferreira |
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Julio Sánchez |
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